martes, 15 de septiembre de 2015

NO LO VIVÍ, SI LO RECUERDO




“No lo viví, no lo recuerdo”, es la frase que mencionó una persona hace un tiempo cuando tenía la intención de presentarle a una pareja, compañeros sentimentales,  para que, si así lo decidían, se unieran a esa red de amigos y amigas.

Tengo ciertas manías de cortesía  aprendidas de mi madre. Cuando voy a presentar a amigos y amigas, tiendo a dar referencias de ellos y ellas para que se ubiquen en cuáles puntos coinciden o no, incluyendo la posición política. Ese día no podía dejar de hacerlo. Consideraba pertinente que supiera que esa pareja había sufrido de persecuciones políticas y que un par de décadas atrás sus familiares habían sido víctimas de  masacres campesinas, comandadas por el señor mandatario de guayabera blanca y sombrero panameño,especialista en finanzas y ganador de la beca Simón Bolívar del Consejo Británico para estudiar en el  Saint Antony´s College de la universidad de Oxford- Inglaterra. Supuse que era importante recordar la historia del pueblo donde llegaría. De una forma tajante la respuesta fue: No lo viví, no lo recuerdo.



Ha pasado un tiempo desde esa conversa. De vez en cuando me llega la extraña sensación percibida. No ha salido de mi mente ese “No lo viví, no lo recuerdo”. Me pregunto: ¿Es posible andar en la vida viendo sólo el camino conveniente para una o uno? 

Desde entonces  se han  cruzado un sinfín de recuerdos que he vivido en los últimos quince años vinculados con las diversas historias de vida de mujeres que han sufrido otros tipos de  golpes tan sólo por el hecho de ser mujeres, por  defender sus derechos y creer en los otros seres humanos.
Mi conciencia nocturna me dice que hay dolores de dolores y de ellos aprendemos así no sean nuestros. Sus historias también son de dolor, como la de aquella pareja de autoexiliados, sólo que en sus vidas llegó el huracán de la violencia de género.
Quiero compartir dos casos, de los cientos que supe.  Se trata de la historia de Linda Loaiza y  de Alexandra Hidalgo. Antes de contarles sobre mi experiencia con ellas, me permito tomar textualmente un escrito que publicó Migdalia Valdez, psicóloga clínica y feminista, sobre ambas en el portal de aporrea, el 24 de marzo del 2006. En ese momento Migdalia, con detalles importantes, nos recordaba:
“Linda Loaiza López, una joven venezolana de 18 años de edad, que el día jueves 19 de agosto de 2001 fue hallada por funcionarios de la policía del Municipio Chacao Caracas amordazada, con el rostro desfigurado, presentando diversos traumatismos abdominales y vaginales así como laceraciones en diversas partes de su cuerpo, todo lo cual evidenciaba de manera tangible el cruel maltrato físico y psicológico al que había sido sometida de manera reiterada. A pesar de su estado de salud la joven acusó a Luís Antonio Carrera Almoina de ser el autor de intento de homicidio, violación y privación ilegitima de libertad.

Trascurridos tres años, Linda Loaiza López se ve obligada realizar una huelga de hambre frente a las puertas del Tribunal Supremo de justicia para exigir un juicio condenatorio al agresor, ya que el caso había pasado por manos de 58 jueces del País quienes inexplicablemente se inhibieron de dictar sentencia y el caso estaba en el lapso de prescripción de la causa, ese retardo judicial fue inexcusable sobre todo la falta de acción por parte de los organismos de protección de derechos humanos que permanecieron en silencio ante ese retardo procesal. Es una jueza accidental, de nombre Rosa Cádiz, a cargo del tribunal 20 de juicio, quien absuelve al imputado dictaminando un fallo absolutorio contra el único inculpado Luis Antonio Carrera Almoina.

La decisión de esta jueza conmovió a la opinión pública, de acuerdo a la versión de la parte acusadora la jueza actuó con “flagrante violación de todo tipo de normativa de orden procesal “, poniendo de manifiesto “una parcialidad evidente”. Pues esta insólita decisión que colocaba a Linda Loaiza como victimaria de Carrera Almoida fue apelada por la parte acusadora y la Fiscalía del Ministerio Publico.

La valentía de Linda, sus continuas acciones de denuncia y las presiones que se ejercieron desde el movimiento de mujeres lograron que la sentencia fuera anulado y reiniciado el juicio.
El resultado de esta nuevo juicio ya lo conoce la opinión pública, sólo 6 años para quien violó, secuestró y torturó a Linda Loaiza….“

Y sobre Alexandra dijo:
“Alexandra Hidalgo una mujer de 34 años de edad que decidió divorciarse después de quince años de casada con el Teniente Coronel Activo del Ejercito, Iván Sosa Rivero comandante del batallón Caracas, este le pide reanudar la relación. Frente a su negativa de volver, contrata a cinco hombres y junto con él, la secuestran el 21 de Mayo de 2004. Todos la violan de todas las maneras y le roban el vehículo.

Después de cometer este hecho la amenaza con matar a su hijo e hijas si hablaba.
Ella en una acción valiente, junto con su abogada lo denunció ante la policía Militar.
El 22 de junio capturan a tres de los implicados, el 22 de julio dictan orden de captura contra el teniente coronel Iván Sosa Rivero y el 5 de Agosto capturan a otro implicado.

El 4 de abril en una de las audiencias diferidas, la amenaza de muerte en presencia de unos custodios y de su abogada. El día 20 de Abril le fue acordada medida sustitutiva de libertad para ser juzgado en ausencia y el día 22 sale en libertad.

A un año y siete meses de los hechos, la audiencia preliminar se ha diferido 10 veces. El teniente coronel Iván Sosa Rivero a pesar de tener una nueva orden de captura, no se ha puesto a derecho y está en libertad al igual que su amigo y cómplice Euclides José Hernández Fajardo cuatro de los implicados están en la cárcel.

El día miércoles 15 de 2006 Alexandra y los cuatro detenidos rindieron declaraciones, Iván sosa continua prófugo de la justicia, el juicio se ha iniciado solo para los cuatro involucrados…”

Yo no viví el dolor, ni la imperdonable experiencia de ser víctima de violaciones extremas de aquella pareja ni la estas dos mujeres.  No creo que haya que sufrir en carne propia tantos maltratos para solidarizarse con Linda y Alexandra.
viví la experiencia de estar junto a ellas porque a mediados de la primera década del 2000 pude colaborar y luego trabajar como relacionista en la Casa de la Mujer Juana Ramírez La Avanzadora, segunda Casa de la Mujer creada en Venezuela.

Recuerdo a Linda como esa chica con una rabia indescriptible en su mirada, pero también la recuerdo de otra forma, aquella la magia de mujer joven la dejaba volar. Linda  jugaba con nosotras, nos burlábamos entre nosotras mismas y aprendimos a darle paso a la sororidad. En una de esas jornadas incansables se nos hizo tarde, estuvimos en emisoras radiales y dando foros sobre su caso. Por razones de seguridad ella se quedó en mi hogar. Debo confesar que el miedo de vez en cuando se metía entre mis huesos de sólo saber que su agresor tenía tanto poder. Para que estuviera cómoda le dejé mi habitación. Linda, acurrucadita en la cama, en posición fetal, minutos antes de dormirse me dijo “Gracias”. Le respondí “Gracias por?” . Ella sin abrir los ojos me respondió “Por creer en mi”.
A Alexandra, conocida por nosotras por su  otro nombre  “Marisol”, la abracé hasta en la distancia cuando nos llamaba desesperada porque su victimario la llamaba incesantemente al teléfono de su casa y por el celular. Cuando ella no atendía el teléfono,  lo hacía su mamá, entonces el señor militar le decía “Sra. su hija va a llegar un día de estos a su casa en una bolsa picada en pedacitos”. Llantos de pánico embargaban a Marisol. La impunidad era el escudo protector de Sosa Rivero, quien por cierto sigue en la calle, libre de seguir torturando a nuestras mujeres. 

De ahora en adelante, he decidido darle vuelta a aquella frase de esa persona  con gríngolas en su alma. Entonces, en honor a la memoria digna, a la memoria justa diré “No lo viví, sí lo recuerdo”. Ojalá algun día se detenga a leer estas líneas y logre despojarse de quizas ese escudo de autodefensa. Mientras más sabemos y nos conocemos como pueblo, más posibilidades de sembrar amor tenemos en nuestras vidas.

"Sí lo recuerdo" porque conocí a aquella pareja de autoexiliados políticos, y muchas  mujeres, hijos e hijas de desaparecidos.Supe del dolor de las abuelas de la Plaza de Mayo y conocí a mujeres víctimas de violencia de género.
A Linda,  a Alexandra y a las decenas de mujeres que me enseñaron a ser valiente a través de sus historias, les dejo mi cariño siempre.
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 Soy una persona que me debato entre la esperanza y la desilusión, tengo el rasgo de esperanza que me permite escribir, me permite enfrentarme a la masa de lectores que posiblemente leerán mis libros”
Pablo Montoya, ganador del  Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2015.
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El artículo citado pueden encontrarlo en: http://www.aporrea.org/ddhh/a20517.html

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