Repito la frase: ¡Se van a acabar los malandros. Vamos a matar a los
Chavistas! La oí gritar a un hombre que corría junto a un grupo de unos
30 jóvenes. Quizás el mayor tendría no más de veinticinco años.
Todos y todas corrían con una alegría y una mini histeria colectiva
hacia la plaza Altamira (Norte de Caracas). La indumentaria de los
celebrantes para la acción estaba completita. Se sugiere anotarla, para
quienes deseen empezar a entrar en ese carril: En sus manos llevaban
banderas tricolores, es decir, amarilla, azul y rojo. Como se sabe, nuestra bandera tiene sus estrellas en la franja azul. A lo lejos logré con 7. Es decir, el hombre que gritaba tenía aquella bandera que se usó antes de llegar la V República a
Venezuela. Usaban pitos (cornetas) con dos particulares tonos, unos
graves y otros agudos, que sonaban simultáneamente. Otros elementos importantes, e indispensables eran
el uso de teléfonos celulares y tablets de tecnología de punta. Esos
que permiten conectarse con los familiares, amigos y amigas que viven
sobre todo en el norte de América, Europa y Asia. Los y las ciudadanas
autoexiliados, llorosos y mártires de la Patria venezolana también eran
celebrantes el 6 de diciembre.
Muchos y muchas tenemos
conocimiento, por tener familiares en ese sector social, que
algunos de estos compañeros y compañeras que viven en el extranjero,
consiguieron formas de trabajo profesional en los que lograron
desarrollar sus capacidades intelectuales al servicio de empresas
productivamente capitalistas , cuyos sueldos, relativamente les permiten
vivir en un estatus de clase media . Medio alcanzados, pero que sirven
esos ingresos para enviar unas tres veces al año unos 100
dolaritos o euros a sus familiares
Hay otras y otros ciudadanos
venezolanos, de esos que viven en el extranjero, que se fueron a hacer
lo que jamás harían en su país, pero que por su puesto, en poco tiempo
logran tener dinerillo por un mínimo esfuerzo intelectual. Estos
compañeros y compañeras, hacen oficios que jamás hicieron en su país, limpian baños, cuidan a ancianos(as), son nanas,
trabajan en restaurantes como cocineros(as), limpia pisos y también
hay quienes se consiguen un tobito y una mopa y lavan autos por el pago
digno de un dólar. Obvio que sí o sí aprenden a hablar inglés,
francés. holandés, alemán y otras posibles jergas que la calle les
enseña para defenderse. Muy pocos tienen la capacidad de dar clases de
castellano a un nivel medio avanzado, porque sobre temas como la
diversidad cultural, literatura y tradiciones venezolanas nunca supieron
mucho. Siendo honestos, estudiar en Venezuela daba flojera y más el
saber de su propio pueblo venezolano y su historia. Siempre es más chic saber quién hizo la Torre Eiffel, por mencionar uno de los sueños aprendidos. Entonces los temas
de conversación para con sus nuevos afectos en los países donde llegan
son: Las Playas, las arepas, la miseria, la inseguridad y otra vez
hablar de Las playas.
La conexión de estos compañeros y
compañeras, familiares y amigos con los celebrantes electorales del
“Cambio” de la madrugada del 7 de diciembre, es permanente, gracias a
las redes sociales, llámense twitter, Skype, Instagram, facebook y más.
Es por ello, que los y las impulsivos militantes del “Cambio”, debían
tener suficientemente cargadas las baterías de sus equipos para hacerles
llegar la alegría y la decisión trascendental política, cultural,
económica y de seguridad, que comenzaba a escribirse en la historia de
Venezuela en diciembre del 2015. Por su puesto, una vez teniendo el
primer avance de resultados de los y las ganadores de la Asamblea
Nacional , reportado por el Centro Nacional Electoral, con 99 de diputados y diputadas de la Mesa de la unidad,
van a poder empezar a matar al pueblo chavista, por malandros.
Matar
a los Chavistas, se acabarán los malandros, es una expresión que
coincide con un titular que recién leí en el diario digital
salvadoreño “La página. Más rápido y verás”. El titular dice: Matando a
los pobres se terminará la pobreza. Escrito por Marvin Aguilar. Comparto
unos párrafos de su texto:
“Debido a la evolución de la
delincuencia que ya ostenta niveles de barbarie los programas de
entrevistas han hecho desfilar a un sinnúmero de analistas que proponen y
disponen una serie de medidas que tratan de atajar el problema a corto
plazo – los batallones de reacción delincuencial- a mediano plazo – no
procesar policías y soldados que maten delincuentes en defensa propia- y
a largo plazo –la policía comunitaria-(...)”
Más adelante
argumenta “(…) Nos indignamos porque mueren de 15-20 diarios en nuestro
país, pero se preguntan ¿cuántos nacen diarios en las maternidades
nacionales? 30-40 salvadoreños vienen al mundo cada día. La mayoría de
madres solteras, la mayoría sin recursos, la mayoría jóvenes sin trabajo
decente o estable.
¿De qué nos sirve una población que cuando
crezca sea socialmente incontrolable? Sirve de algo estar reproduciendo
seres humanos que a nada vendrán y nada aportaran a la sociedad y peor
aún exigirán derechos y reclamaran la forma de vida consumista que dice
la televisión y el mal cine está al alcance de todos.
Se olvidan
quienes se empeñan en ver al país como un jingle comercial para que
vengan turistas chelitos a tomarse fotos con volcanes humeantes que
cuando un ser humano no puede tener todo lo que le dicen que debe poseer
para ser alguien, lo tomará por la fuerza, incluso extorsionará para
ello, además matará si se lo niegan.
Por eso un millón, la
cristianísima clase media, desea y se alegra que maten a esos 2 millones
que están en riesgo de decidir venir y robarles sus cosas que con
sacrificio han comprado.
Ellos no pueden comprender ese mundo,
no entienden porque los pobres no se aguantan y se dejan de aspirar
cosas que no tendrán rápido o nunca.
Por eso hemos llegado a la conclusión que lo mejor para acabar con la pobreza es matar a los pobres.
En la película Un Mundo Maravilloso de Luis Estrada el sinvergüenza
ministro de economía nos revela porque los pobres jamás dejaran de ser
pobres. Una encuesta realizada por él reveló las causas: 40% dijo que
uno es pobre por voluntad de Dios; un 30% porque así es la vida; un 20%
que por mala suerte. Y, solo un 10% piensa que es por quienes nos
dominan.”
¿Muy fuerte esos fragmentos arriba compartidos, cierto?
Más fuerte se hace cuando una es testiga de las consignas de jóvenes
venezolanos y venezolanas que tienen como base el odio social desmedido.
¿El cambio implica matar y desaparecer de la sociedad a sus
conciudadanos? Me parece que hay que partir de la respuesta principal, para lgunos de los y las celebrantes, los Chavistas no son ciudadanos, son los y
las sujetas a desaparecer. Son esos seres que son así, pobres, porque
la vida y Dios los trajo así a este mundo. Entonces los y las
delincuentes necesariamente tienen la exclusividad el sector Chavistas,
jamás aquellos que frenan, estafan, lavan dólares, venden cupos y
negocian con los insumos que monopolizan para generar la crisis
económica.
La etiqueta está a la mira a disparar al Chavista, ese
ser pobre, es ser delincuente, ser malandro, motorizado, paraco y
corrupto. En verdad, no se puede sentir otra cosa que una profunda
repulsión y tristeza por eso en que nos ha convertido el Sistema
Capitalista. ¿Tan inmensamente egoístas e ignorantes merecemos ser? Creo
que no.
En mi caso particular, he creído en el Socialismo como
forma de vida, y miren que la mitad de mi vida la llevo en intentar
sembrar mis humildes semillitas. Bolivariana siempre he sido, eso
implica celebrar la lucha independentista, la misma impulsada por Bolívar junto a mujeres y
hombres por nuestra libertad ante la Corona Española. Cuando llegó
Chávez a la vida pública y política , yo estaba de estudiante
universitaria, empezandito, y desde aquel suelo donde se forman las
cuatro fuerzas militares en Venezuela, decidí unirme a la lucha por la
que abogaba ese compañero. Compañero, tal cual lo asumí. No un mesías,
ni un ser superior, fue un compañero de lucha.
Previa a su
llegada, por mi propia cuenta, debido a lecturas teatrales supe de los
Teatro de Operaciones que comandaban los del Servicio de Inteligencia de
las Fuerzas Armadas, también supe de los desaparecidos y desaparecidas
que comandó Raúl Leoni . Leí documentos originales, expedientes de
masacres, vi fotos del Amparo, de Cantaura, viví el 27 de Febrero, El
Caracazo, el 4 F, el paro petrolero, el golpe mediático del 11 de
abril. A mi nadie me echó esos cuentos, me sensibilicé con todo el dolor
que pude ver y oír. Busqué libros. Hablé con mis profesores y
profesoras amigas. Vi películas. Estudié. Estuve acompañando algunas
luchas del área textil. Siempre calladita, con mi camarita fotográfica
en mano. Aprendiendo a tener dignidad y memoria y conociendo la realidad
que vivía el resto de América, África y Europa. Y también aprendí de lo
hermoso que puede ser encontrarse con la gente de nuestros cerros, de
nuestros barrios, de nuestros campos, esos y esas que llaman pobres y a
los que como solución de depuración “Hay que matarlos”. Entendí que yo
formaba parte de la realidad que ellos y ellas vivían. Todos y todas
éramos pobres, porque no teníamos capacidad adquisitiva para comprar
bienes, ni teníamos un techo seguro donde vivir. No es para sentirse
orgullosa de vivir en la condición de pobreza, porque todos y todas
merecemos un buen vivir.
Al respecto, hace un año, un colectivo
de mujeres, amigas , profesionales de diversas áreas, pensando en que
merecíamos tener un techo nos atrevimos a organizarnos y ver sí podíamos
optar por una vivienda, de esas que el Gobierno Bolivariano planteó que
los y las profesionales podíamos comprar vía un crédito. Algunas de mis
compañeras, estaban embarazadas, solas -porque sus parejas decidieron
irse- y nos fuimos a un urbanismo que se llama Ciudad Tiuna. Ellas,
ellos, sus hijitos y yo soñamos con crear un Centro de Arte social allí,
sí se nos daba la oportunidad de adquirir nuestros hogares. Una decena
de cartas entregamos a los funcionarios del gobierno, dos de estas las
llevamos a Miraflores, las entregamos a políticos que considerábamos
camaradas para plantearles nuestra ilusión. Hicimos todo lo que se nos
enseñó en Revolución, organizarnos, proponer, hacerle seguimiento,
soñar. Pasó que nos llamaron desde lo que llamaban Inmobiliaria Nacional
para preseleccionarnos y eso nos llenó de contentura aquel noviembre
del 2014. A una de nuestras compañeras, teniendo su bebita en su panza,
se le ocurrió hacer una cola de un día para comprarse su “Casa bien
equipada”. Pasó un año de esa llamada, y en ese año pasaron noches de
desesperación, de cada una de las 12 mujeres que formábamos parte de ese
Colectivo, que le llamamos “Matria Nuestra”, nos tuvimos que mudar
frecuentemente a casa de amigos y amigas solidarias. Maletas montadas en
la espalda. Recientemente, justo una semana antes de las elecciones
fui a pedir respuesta a la Inmobiliaria y unas palabras congeladoras de
la funcionaria de guardia mataron la ilusión colectiva, dijo: “Deben
ustedes saber que hay mucha gente en la cola. Acá no se da información
de estatus. Pásenle carta al nuevo ministro pero a su despacho
directamente. Esta es otra gestión. Lo mejor es que se vuelvan a
inscribir y actualizar sus datos”.
Esa mañana, fue la más
humillante y triste que una estructura del Gobierno Bolivariano pudo
darnos. Una respuesta inmerecida. Injusta. ¿Cómo escribirles a mis
amigas que ya no cuenten con lo que esperábamos? ¿Cómo hacer eso cuando
hemos sabido de gente del proceso bolivariano a quienes, sin un mínimo
de esfuerzo organizativo y una propuesta social como la que diseñamos,
les dieron sus créditos habitacionales? Lamentablemente lo hice y la
sensación fue desgarradora, un abandono jamás comprendido, pero a la vez
fue sorprendentemente sanadora. La condición de vida de un ser humano,
sobre todo de las mujeres, cuando decide entender las contradicciones
sociales, culturales e ideológicas, puede más que esos golpes y
decidimos seguir luchando desde la izquierda con la autocritica
necesaria. Jamás entregarnos a aquella derecha que asesinó a gran parte
de nuestro pueblo.
Particularmente nunca me he hecho llamar
Chavista, porque Chávez, como lo dije arriba, fue ese compañero en quien
en un momento histórico de mi vida decidí creer y con quien intentar
construir. Ser humano al fin, tuvo sus aciertos y no. Profundas
contradicciones se le presentaron en el camino. Muchas traiciones. Muchos compromisos adqieridos en las campañas politicas, seguramente hubo también. Siempre seré
bolivariana, imagino que eso es lo mismo para aquellos que ofrecieron
matarnos porque nos consideran malandros a todos y todas.
Hay
mucho por revisar, menciono algunas como: La prepotencia del liderazgo
de los cuadros políticos, el mirar pero no oír al pueblo, el dejar de
decir discursos repetidos que hacen de los y las militantes unos robots
con un chip predeterminado de qué responder y cuando. El reciclar a los
políticos en los cargos de decisión, evaluar porqué no funcionaron en
el ministerio o dirección donde los nombraron, antes de volverlos a
nombrar en otras estructuras. Revisar los niveles de corrupción macros y
sobre todo los de nosotros y nosotras que como pueblo tenemos, desde
las acciones más sencillas. Sacarnos de la mente y el corazón la viveza
criolla. Muchos y muchas asumen ser del gobierno cuando les dan el
bono, retroactivo, les firman el contrato, les dan la casa, cesta tickets, cabalgan
horarios, y sus desempeños laboraesl son casi nulo, sólo desean que
llegue la hora para irse y cuando están en sus puestos hacen todo por
sus proyectos personales.
También están los que discriminan
burlándose de las y los compañeros(as) sexo diversas, los asumen como
camaradas de segunda y voltean los rostros para reírse de ellos y ellas,
persiste el maltrato a las mujeres porque son cositas ricas con quienes
se goza y ya. Se agudizan las relaciones de misoginia entre mujeres
militantes de la izquierda socialistas y comunistas. La competencia es
la forma de lucha olvidando la sororidad y el respeto. Persiste el
racismo para con nuestras comunidades afros e indígenas. Todas esas
formas las ejercen muchos camaradas, llámense chavistas,
bolivarianos(as) o nuestroamericanos.
Ciertamente necesitamos un
cambio, pero no el de la manito que como premisa tiene MATAR AL PUEBLO
POR SER POBRE. Necesitamos un cambio, sí, pero ese para “SER UN TILIN
MEJORES Y MUCHO MENOS EGOISTAS”.
Sigo dando mi aporte, a pesar
de las miserias humanas que me he conseguido en mi camino de algunos y
algunas que dicen ser socialistas. La mirada hacia una nuestramerica
libre y digna es mi horizonte, libre del capitalismo y patriarcado. La
humildad y la transparencia serán siempre mi compañía. Sí mi socialismo
como forma de vida y mi pobreza adquisitiva me condiciona a ser fichada
como posible persona a desaparecer, pues en la calle nos vemos,
seguramente cruzando la plaza Altamira de Caracas.